Cambridge (1991) es una novela que se desarrolla en la difícil época que transcurre entre la abolición del tráfico de esclavos y la emancipación de los mismos. Es la historia de Emiliy Cartwright, una mujer joven, que es enviada desde Inglaterra para visitar la plantación que su padre posee en las Indias Occidentales y Cambridge, un esclavo de esa misma plantación, educado y cristianizado por su primer amo en Inglaterra y que ahora lucha por mantener su dignidad.
(La traducción de la sinopsis que aparece en la edición de Vintage books es mía). Ya sabemos que las sinopsis son un resumen del argumento, pero a veces simplifican tanto que, como muestra este caso, hace que todo parezca más ramplón y en el caso de Cambridge no estamos frente a una novela con un argumento más que visto sobre los esclavos y sus amos y con un transcurrir propio de las novelas decimonónicas con un narrador omnisciente. Qué va.
Consta de tres capítulos y un epílogo. En el primero la narradora es Emily, quien viaja desde Inglaterra acompañada de su dama de compañía en un barco hacia la plantación que su padre tiene para ver cómo van las cosas. Al llegar se encuentra un mundo muy diferente al suyo y se rodea de los poderes fácticos-blancos: el párroco, el capataz y el médico. En sus largas tertulias quedan de manifiesto los dogmas que soportan la justificación del robo, tráfico y sometimiento de los africanos: necesidades económicas para mantener el imperio, inferioridad de la raza e, incluso, que el negro se está viendo favorecido gracias a una tarea de cristianización y de inmersión en el mundo civilizado (sé que son demasiadas cursivas pero es que no es para menos). Esta primera parte transcurre pues entre comidas, tertulias, visitas a las plantaciones y las reflexiones que Emily hace sobre todas las cosas que observa y que van sucediendo. Y Cambridge tarda en aparecer en esta historia y aunque ambos protagonistas se conocen, no interactúan, no hay un sólo diálogo entre ellos pero ambos saben de la existencia del otro. Ella le menciona en un par de ocasiones: hay que solucionar el problema de ese insolente esclavo, algo así le va a decir a Mr. Brown, el capataz.
En la segunda parte la voz narradora es la del propio esclavo. Tiene un lenguaje refinado y fluido, lejos de aquel de los otros negros de la plantación que sólo pueden hablar (para comunicarse con los colonos, claro) un inglés muy básico lleno de tropezones e incorrecciones gramaticales). A través de él conocemos su historia, dura , dura historia. Sabremos cómo llega a Inglaterra y cómo el trágico destino le da una patada en el estómago y le lleva a parar a donde está ahora. Tenemos otro punto de vista diferente al de la primera parte pero teñido de unas raíces tan cristianas de la época que le impiden ser todo lo crítico que debiera con lo que le está tocando vivir (desde mi punto de vista). La tercera parte es la voz del estado, la voz de la jurisprudencia del blanco, de la ley, de la noticia mediatizada aunque pretenda ser imparcial y objetiva. Vemos la desgracia reforzada por tercera vez tras leer el punto de vista de la primera parte y de la segunda. El lector se queda aún más desolado si cabe.
Consta de tres capítulos y un epílogo. En el primero la narradora es Emily, quien viaja desde Inglaterra acompañada de su dama de compañía en un barco hacia la plantación que su padre tiene para ver cómo van las cosas. Al llegar se encuentra un mundo muy diferente al suyo y se rodea de los poderes fácticos-blancos: el párroco, el capataz y el médico. En sus largas tertulias quedan de manifiesto los dogmas que soportan la justificación del robo, tráfico y sometimiento de los africanos: necesidades económicas para mantener el imperio, inferioridad de la raza e, incluso, que el negro se está viendo favorecido gracias a una tarea de cristianización y de inmersión en el mundo civilizado (sé que son demasiadas cursivas pero es que no es para menos). Esta primera parte transcurre pues entre comidas, tertulias, visitas a las plantaciones y las reflexiones que Emily hace sobre todas las cosas que observa y que van sucediendo. Y Cambridge tarda en aparecer en esta historia y aunque ambos protagonistas se conocen, no interactúan, no hay un sólo diálogo entre ellos pero ambos saben de la existencia del otro. Ella le menciona en un par de ocasiones: hay que solucionar el problema de ese insolente esclavo, algo así le va a decir a Mr. Brown, el capataz.
En la segunda parte la voz narradora es la del propio esclavo. Tiene un lenguaje refinado y fluido, lejos de aquel de los otros negros de la plantación que sólo pueden hablar (para comunicarse con los colonos, claro) un inglés muy básico lleno de tropezones e incorrecciones gramaticales). A través de él conocemos su historia, dura , dura historia. Sabremos cómo llega a Inglaterra y cómo el trágico destino le da una patada en el estómago y le lleva a parar a donde está ahora. Tenemos otro punto de vista diferente al de la primera parte pero teñido de unas raíces tan cristianas de la época que le impiden ser todo lo crítico que debiera con lo que le está tocando vivir (desde mi punto de vista). La tercera parte es la voz del estado, la voz de la jurisprudencia del blanco, de la ley, de la noticia mediatizada aunque pretenda ser imparcial y objetiva. Vemos la desgracia reforzada por tercera vez tras leer el punto de vista de la primera parte y de la segunda. El lector se queda aún más desolado si cabe.
El epílogo es uno de los más bellos que haya leído jamás. Hay de todo, desde flujo de conciencia hasta narrador omnisciente, y como siempre un lenguaje de la época tan bien utilizado que me es imposible creer que esté leyendo una novela escrita hace cuatro días y que el autor no sea del XIX (este comentario so pena de resultar tonto, debo aclarar que es algo que siempre me sorprende: ese manejo del lenguaje y estructuras lingüísticas de hace siglos escribiendo en el XX o XXI).
Es una novela impresionante... una pena que no esté traducida al español y una pena también que Phillips (St. Kitts, 1958) esté apenas por descubrir en nuestro país (que yo sepa sólo tiene una de sus novelas traducidas: Cruzando el río en Alianza editorial) cuando tiene todos los reconocimientos y honores de la literatura en lengua inglesa.
Para quienes leáis en inglés os dejo aquí este magnífico enlace para saber más de Caryl Phillips.