FRANK L. BAUM Y SANTA CLAUS

jueves, 29 de diciembre de 2011

Frank L. Baum nació en Nueva York en 1856. Pertenecía a una familia más que acomodada y sus grandes pasiones de niño eran la escritura (escribía pequeñas piezas de teatro) y la lectura. Tras la bancarrota económica sufrida por su padre se va a vivir a Chicago donde encuentra trabajo como redactor del Evening Post, pero nunca deja atrás su pasión por la literatura. Cuando logra publicar su primera colección de relatos titulada Madre ganso, en prosa (1897) nada le hace presagiar el gran éxito que cosecharía años después con su obra más conocida y comercial: El Mago de Oz (1900). Para hacerse una idea del boom basta decir que vendió 90.000 ejemplares el primer año y que tan enorme éxito comercial y popular hizo que Baum tuviese que continuar la saga durante años. Además guionizó su obra para llevarla al teatro y permanecería en los escenarios durante siete años ininterrumpidamente. El hombre de hojalata, Dorothy y todos los demás personajes de tan fabulosa historia se harán cinematográficos en la versión muda de 1925 y posteriormente en la musical protagonizada por Judy Garland en 1939.
Baum se construye una enorme mansión en California llamada Ozcot, y a partir de ahí tiene todo el tiempo del mundo para hacer lo que más le gusta: escribir, indagar en leyendas y leer , leer y leer.
En Vida y Aventuras de Santa Claus (Ed. Valdemar, 1999) conocemos a Nicolás desde su infancia, cuando es recogido por el rey de los bosques. Es hallado de bebé, abandonado, muerto de hambre y frío. El rey se lo entrega a una ninfa que se hará cargo de él como si de una madre se tratase. En este mundo ficticio, aunque con base en leyendas populares, se desarrolla la historia del Papá Nöel que cada día se hace más popular por estos lares.
Es una historia muy entretenida en la que todas tus dudas son resueltas: el porqué de los calcetines en la chimenea, el motivo del rápido recogimiento con los renos tras el reparto de los regalos... Como dice Fernando Lara en el prólogo del libro, ésta viene a ser una guía de Todo lo que usted deseaba saber de Santa Claus y nunca se atrevió a preguntar.
En cuanto a la edición dos cosas:
1) Me ha extrañado mucho que no ponga por ningún sitio quién es el autor de las ilustraciones (¿modernistas ?) que aparecen en el interior, siempre al comienzo de cada capítulo, de cada cierre del mismo y también separando las distintas etapas de la vida de Nicolás.
2) La portada no ha podido ser mejor elegida para mí al tratarse del Santa's Helpers de mi admirado Norman Rockwell, ilustrador durante años de la portada del Saturday Evening Post.
Por último (last but not least) y curiosamente en los días en los que me encontraba leyendo este libro, husmeando en una librería de viejo me encontré con un libro en gran formato y en inglés de la vida y obra de este genio, y que además tiene una serie de desplegables a color en su interior maravillosos. Ni que decir tiene que no dudé ni por un momento que tenía que comprarlo, y así lo hice. Autorregalos de Navidad.

¡FELIZ NAVIDAD!

viernes, 23 de diciembre de 2011


Ilustración de Norman Rockwell para el Evening Post.

LA NIÑA DE LOS FÓSFOROS.Hans Christian Andersen

sábado, 17 de diciembre de 2011

Tras acabar de ver el corto de Pixar y Disney, me apeteció volver a leer el cuento de Andersen, uno de los más tristes de mi infancia (junto con el de El Soldadito de plomo).Estos relatos tan tristes no son apropiados para niños porque yo lloré por aquel entonces y eso era innecesario ; pero mucho peor es que algunos cuentos como este de la cerillera estuviesen inspirados en hechos reales de la época en la que fueron escritos (S.XIX) y aún hoy, tantos años después se den situaciones muy dramáticas entre niños de diversas zonas del mundo.Nadie debería permitir que nada malo les sucediese y no sólo en Navidad ...

¡Qué frío hacía!; nevaba y comenzaba a oscurecer; era la última noche del año, la noche de San Silvestre. Bajo aquel frío y en aquella oscuridad, pasaba por la calle una pobre niña, descalza y con la cabeza descubierta. Verdad es que al salir de su casa llevaba zapatillas, pero, ¡de qué le sirvieron! Eran unas zapatillas que su madre había llevado últimamente, y a la pequeña le venían tan grandes, que las perdió al cruzar corriendo la calle para librarse de dos coches que venían a toda velocidad. Una de las zapatillas no hubo medio de encontrarla, y la otra se la había puesto un mozalbete, que dijo que la haría servir de cuna el día que tuviese hijos.

Y así la pobrecilla andaba descalza con los desnudos piececitos completamente amoratados por el frío. En un viejo delantal llevaba un puñado de fósforos, y un paquete en una mano. En todo el santo día nadie le había comprado nada, ni le había dado un mísero chelín; volvíase a su casa hambrienta y medio helada, ¡y parecía tan abatida, la pobrecilla! Los copos de nieve caían sobre su largo cabello rubio, cuyos hermosos rizos le cubrían el cuello; pero no estaba ella para presumir.

En un ángulo que formaban dos casas -una más saliente que la otra-, se sentó en el suelo y se acurrucó hecha un ovillo. Encogía los piececitos todo lo posible, pero el frío la iba invadiendo, y, por otra parte, no se atrevía a volver a casa, pues no había vendido ni un fósforo, ni recogido un triste céntimo. Su padre le pegaría, además de que en casa hacía frío también; sólo los cobijaba el tejado, y el viento entraba por todas partes, pese a la paja y los trapos con que habían procurado tapar las rendijas. Tenía las manitas casi ateridas de frío. ¡Ay, un fósforo la aliviaría seguramente! ¡Si se atreviese a sacar uno solo del manojo, frotarlo contra la pared y calentarse los dedos! Y sacó uno: «¡ritch!». ¡Cómo chispeó y cómo quemaba! Dio una llama clara, cálida, como una lucecita, cuando la resguardó con la mano; una luz maravillosa. Le pareció a la pequeñuela que estaba sentada junto a una gran estufa de hierro, con pies y campana de latón; el fuego ardía magníficamente en su interior, ¡y calentaba tan bien! La niña alargó los pies para calentárselos a su vez, pero se extinguió la llama, se esfumó la estufa, y ella se quedó sentada, con el resto de la consumida cerilla en la mano.

Encendió otra, que, al arder y proyectar su luz sobre la pared, volvió a ésta transparente como si fuese de gasa, y la niña pudo ver el interior de una habitación donde estaba la mesa puesta, cubierta con un blanquísimo mantel y fina porcelana. Un pato asado humeaba deliciosamente, relleno de ciruelas y manzanas. Y lo mejor del caso fue que el pato saltó fuera de la fuente y, anadeando por el suelo con un tenedor y un cuchillo a la espalda, se dirigió hacia la pobre muchachita. Pero en aquel momento se apagó el fósforo, dejando visible tan sólo la gruesa y fría pared.

Encendió la niña una tercera cerilla, y se encontró sentada debajo de un hermosísimo árbol de Navidad. Era aún más alto y más bonito que el que viera la última Nochebuena, a través de la puerta de cristales, en casa del rico comerciante. Millares de velitas, ardían en las ramas verdes, y de éstas colgaban pintadas estampas, semejantes a las que adornaban los escaparates. La pequeña levantó los dos bracitos... y entonces se apagó el fósforo. Todas las lucecitas se remontaron a lo alto, y ella se dio cuenta de que eran las rutilantes estrellas del cielo; una de ellas se desprendió y trazó en el firmamento una larga estela de fuego.

«Alguien se está muriendo» -pensó la niña, pues su abuela, la única persona que la había querido, pero que estaba muerta ya, le había dicho-: Cuando una estrella cae, un alma se eleva hacia Dios.

Frotó una nueva cerilla contra la pared; se iluminó el espacio inmediato, y apareció la anciana abuelita, radiante, dulce y cariñosa.

-¡Abuelita! -exclamó la pequeña-. ¡Llévame, contigo! Sé que te irás también cuando se apague el fósforo, del mismo modo que se fueron la estufa, el asado y el árbol de Navidad. Se apresuró a encender los fósforos que le quedaban, afanosa de no perder a su abuela; y los fósforos brillaron con luz más clara que la del pleno día. Nunca la abuelita había sido tan alta y tan hermosa; tomó a la niña en el brazo y, envueltas las dos en un gran resplandor, henchidas de gozo, emprendieron el vuelo hacia las alturas, sin que la pequeña sintiera ya frío, hambre ni miedo. Estaban en la mansión de Dios Nuestro Señor.

Pero en el ángulo de la casa, la fría madrugada descubrió a la chiquilla, rojas las mejillas, y la boca sonriente... Muerta, muerta de frío en la última noche del Año Viejo. La primera mañana del Nuevo Año iluminó el pequeño cadáver, sentado, con sus fósforos, un paquetito de los cuales aparecía consumido casi del todo. «¡Quiso calentarse!», dijo la gente. Pero nadie supo las maravillas que había visto, ni el esplendor con que, en compañía de su anciana abuelita, había subido a la gloria del Año Nuevo.

FIN

DECEMBER SONG

miércoles, 14 de diciembre de 2011

El (ANTES DE) AYER

jueves, 8 de diciembre de 2011

Si hay tres canales de televisión de los que no puedo prescindir, uno de ellos es De cine Español (DCÑ). Tiene en su parrilla películas producidas en España en todas las épocas y géneros y me ha dado la oportunidad de ver algunos clásicos que no había conseguido ver  antes.
Fue el seis de diciembre cuando no me levanté del sofá al ver que echaban Mambrú se fue a la guerra (1986), película dirigida y protagonizada por Fernando Fernán Gómez.
Vaya recuerdos de infancia que vuelven con ese título. Nosotros canturreando la popular canción (Mambrú se fue a la guerra/qué dolor, qué dolor, que pena/Mambrú se fue a la guerra/no sé cuando vendrá/do-re-mí /do-re-fa) sin  saber a qué guerra hacia referencia porque, por suerte, a esas edades no teníamos ni idea de lo que había ocurrido años antes por aquí. La canción era una más del repertorio popular infantil, una más.
La película española cuenta la historia de Emiliano, un hombre que ha vivido escondido durante 36 años en su propia casa, en un zulo al que se accede tras deslizar el lavadero del patio. Sólo su mujer lo sabe y se lo comunica finalmente a su hija, yerno y nietos el 20 de Noviembre de 1975. En esa fecha el abuelo podrá salir ya de su encierro sin miedo a represalias. Lo que al principio es algarabía para todos, se convierte en desilusión, en enfrentamientos familiares, vecinales, de todo tipo. Una historia triste, una parte más de la más triste historia que haya vivido nuestro país.
El reparto es de lujo: María Asquerino, Agustín González, Nuria gallardo, Jorge Sanz, etc. Todos están geniales sin excepción. Es una historia para pensar, para recordar e incluso, en algunos momentos, para reír. Mambrú regresó, por fin, a la muerte de Franco.
Casualmente ese día terminaba de leer La Voz Dormida de Dulce Chacón. La tenía en casa desde hace tiempo y quería leerla estos días porque me apetece ver la adaptación cinematográfica que ha hecho de ella el director andaluz Benito Zambrano (ver trailer oficial AQUÍ)
Sólo he visto dos de sus películas: Solas (1998) y Habana Blues (2005), y la primera de ellas se encuentra en mi personal top ten cinematográfico. Una joya de guión, de dirección, vamos, una joya cinematográfica. 
Aunque siempre estoy diciendo que el tema de la Guerra Civil española en el cine y en la literatura ya cansa, siempre acabo interesándome por nuevas historias relacionadas con este hecho histórico. Me había sucedido esto antes con la publicación de Soldados de Salamina de Javier Cercas y con la de Los girasoles ciegos de Alberto Méndez. Que no me pude resistir.
La voz dormida cuenta la historia de los perdedores de la guerra. Es una novela coral en la que Pepita, la heroína, tiene mayor protagonismo. Ella es la hermana de Tensi, la presa  embarazada que va a morir (ya se dice en la primera línea del libro). Es una mujer sensible, luchadora e inteligente. Un ejemplo de superación ante las dificultades. Visita a su hermana en la cárcel y se hará cargo de su sobrina cuando esta nazca. Sólo esperan que Tensi dé a luz para ajusticiarla, y eso es lo que trágicamente sucede. Tensi había sido miliciana durante la guerra y lo mismo su marido, Felipe, que vive escondido con otros partisanos en el monte. El mundo de la cárcel que muestra es el de las presas que conviven con Hortensia: la peliroja Elvira, Tomasa, Reme... Todas ellas perdedoras en una guerra sangrienta que se ha llevado por delante su libertad y la vida de todos sus hijos como en el caso de Tomasa. Fuera de la cárcel un ambiente de represión y de engaños, de clandestinidad y de miedo. Ahí fuera el Dr. Fernando y su mujer Amparo que viven una vida de mentira y de apariencias, Doña Celia, la patrona de la pensión en la que vive Pepita, Carmina, los maquis, todos han perdido y todos luchan por sobrevivir. Muchos de ellos con la esperanza de que los aliados ganen en la gran guerra e intervengan en España para acabar con la dictadura...
La leí pronto, no podía dejar a Pepita a un lado, ni  su fuerza, ni  su idea de lo que es la vida, ni lo que piensa de unos ideales que se están llevando por delante a los que más quiere. Curioso que viese la película de F. Gómez un seis de diciembre, curioso también que ese día terminase de leer la novela. Curioso que todo pase en el día en el que celebramos algo que ni Pepita, ni Tensi, ni Don Emiliano podían gritar: Libertad, libertad, libertad.

LECTURAS ( II )

jueves, 1 de diciembre de 2011

Debí leer a Janet Frame (1924-2004) hace mucho tiempo. En realidad no sé por qué tengo en la biblioteca Un ángel en mi mesa y Buffalo Daughter desde hace...
Compré usado este Hacia otro verano y la misma semana comencé su lectura. Fue publicado cinco años después de la muerte de la autora. Ella no quería que eso se hiciese porque quizá revelaba mucho más de sí misma de lo que ella quisiera que los demás supieran: su extrema sensibilidad, pinceladas de su infancia y su adolescencia, su malestar en situaciones cotidianas y triviales, su homesickness durante su estancia en Inglaterra. Hacia otro verano es un espejo de sí misma en todo: en lo bueno y en lo menos bueno que le haya podido suceder.
El punto de partida es sencillo: Grace Cleave, escritora neozelandesa afincada en Inglaterra, es invitada a pasar unos días en casa de un amigo escritor y su mujer.
Grace se enfrenta allí con sus recuerdos, con unos hechos cotidianos simples y triviales pero que la acartonan y le hacen sufrir (para algunas personas la fobia social es algo doloroso). Hasta la presencia de los niños del matrimonio la incomodan. No sabe desenvolverse en lo cotidiano, tiene bastante con su mundo interior. Quisiera ser ave y partir hacia otro verano:
No, no es la llamada de la urraca, sopesó Grace. Quizá se trata de un ave de las marismas o de un chorlito; o de un avefría; ¿por qué está aquí ahora? ¿acaso sabe que yo también me he convertido en pájaro? ¿que ha llegado el momento de que vuele hacia otro verano?
-¿Has visto algo interesante en tu paseo?
-Iba andando por el campo cando vi cómo una mujer se convertía en un pájaro.
¿Por qué no podía decir la verdad por una vez en su vida? La necesidad de contárselo a Philip y Anne, de plantarse en su cocina grande y desordenada y decir, en voz alta, he visto una mujer convertirse en pájaro, era tan intensa que Grace no sabía si quedarse callada. {...} Quizá por primera vez en su vida se encontraba entre gente cuya imaginación no residía en una pequeña habitación oscura sin ventanas, cuya comprensión y benevolencia eran liberales, osadas.
Conocí a Beryl Bainbridge gracias a la publicación de La Cena de los Infieles (Injury Time) el pasado año por la editorial Ático de los libros. La novedad aparecía en una revista literaria on line y me costó Dios y ayuda hacerme con el libro. No sé si una mala distribución o qué pero miré hasta en cinco librerías antes de poder comprarlo por fin.
La cena de los infieles es desde luego muy British en muchas de sus propuestas: la doble cara de los personajes, el juego de las apariencias, las infidelidades barnizadas de vida normal, el humor negro y un largo etcétera.
Comienza con los preparativos de una cena que Binny, la amante de Edward, celebrará en su casa para unos amigos y así teñir de normalidad su relación hasta el momento clandestina. Esto ha sido idea de Edward que le quiere ofrecer a Binny la sensación de que juega un papel más importante en su vida de lo que pudiese parecer. Lo dicho: aquí no pasa nada y todo es de lo más normal. Pues giro de 180 grados porque en el trascurso de la cena van a aparecer unos personajes que trastocarán toda la normalidad que se presagiaba y que cambiarán el trascurso de su relación para siempre. Es muy amena, tiene mucho aguijón clavado en la hipocresía, en el mundo de las apariencias y en los falsos sentimientos. Muy recomendable .
Tras leerla, descubro en Londres el lanzamiento a bombo y platillo de una novela póstuma de esta autora británica: The girl in the polka dress. Creo que la familia se indigna porque aseguran que ella la dejó inacabada pero la editorial alega razones de peso para lanzarla :
Beryl was in the process of finishing The Girl in the polka dot dress when she died on July, 2010. Her long-time friend and editor, Brendan king, prepared the text for the publication from her working manuscript, taking into account suggestions Beryl made at the end of her life. No additional material has been included.
Recientemente también , he terminado de leer Picnic en Hanging Rock de la australiana Joan Lindsey.
La publica Impedimenta con una edición francamente bien anotada. La acción de esta novela trascurre en el año 1900 en un exclusivo internado de señoritas. Para celebrar San Valentín, el colegio las lleva de excursión campestre y en Hanging Rock desaparecen tres alumnas y una profesora.
Aunque la atmósfera opresora traspase las páginas, la incertidumbre de qué es lo que ha pasado y lo magníficos que son algunos personajes me lleve a seguir leyendo hasta el final, no es una de esas novelas que me hayan entusiasmado. Destacable su final abierto y que da lugar a discusiones varias.

(Ilustración de la cabecera de Chiara Fatti)